Llamamos antojo al deseo apremiante e impulsivo de comer, generalmente orientado a alimentos específicos ricos en azúcar, en sodio o en grasas dañinas.
A la hora de evitarlos, es importante detectarlos. Si conoces las señales y necesidades de tu cuerpo, sabrás cómo evitar caer en este tipo de antojos y así tendrás una relación más saludable con tu comida.
Los antojos pueden deberse a causas físicas, emocionales o culturales. Las causas culturales, aunque no lo creas, suelen ser las más habituales. Aquí listamos las razones más comunes.
Deficiencias nutricionales: muchas personas se encuentran malnutridas y sobrealimentadas. Consumen muchas calorías y pocos nutrientes, una de las principales causas del sobrepeso y la obesidad que, además, detona los diferentes antojos.
Exceso de azúcares: los azúcares y carbohidratos refinados se descomponen rápidamente y generan picos de glucosa que descienden a gran velocidad. Esto genera que haya una necesidad recurrente de volver a comer.
Deshidratación: algunas personas pueden confundir sed con hambre. Por esa razón, ante un antojo puede ser una buena alternativa beber un vaso de agua y esperar unos minutos para ver si el deseo desaparece.
Emocional: el hambre emocional es aquel que se dispara como herramienta para suprimir o evadir ciertos estados emocionales. Esto puede convertirse en un problema cuando la conducta se torna repetitiva y difícil de controlar.
Hábitos: si tienes hábitos arraigados de comer cada tres horas, porque has aprendido a hacerlo así, es más difícil cambiar ese patrón y terminas comiendo por costumbre y no por hambre. Cambiar un hábito toma tiempo y requiere disciplina y compromiso.
Sobreexposición publicitaria: la industria alimentaria sabe exactamente como hacerte desear tus productos.