Nunca se está preparado para enfrentar la muerte de un ser querido y la pareja no es la excepción. La pérdida del compañero sentimental está marcada por las emociones negativas, y es que no solo se pierde a esa persona a la se eligió para compartir la vida, sino también los planes y proyectos que había en común.
Así lo refiere la psicóloga Patria Santana (@psic.patriasantana), terapeuta sexual y de parejas, quien define el duelo como un proceso de elaboración de una pérdida, que consiste en la asimilación y aceptación de la situación dolorosa para poder adaptarse, tanto interna como externamente, a la nueva realidad.
“La palabra duelo significa ‘dolor’, y por tanto el proceso de duelo será un proceso de ‘pasar por el dolor’, ya sea por pérdidas o simplemente por situaciones muy dolorosas que nos ocurren y tenemos que asimilar, ordenar y experimentar los sentimientos que, aunque queramos evitar, son los que nos van a conducir a aceptar ese hecho que pasó”, indica la profesional, quien labora en el Centro de Atención Integral Lotus.
Los síntomas tras la pérdida de la pareja son los mismos que se pueden encontrar en un duelo regular, con la diferenciación de que la reconstrucción de la cotidianidad se complica por los roles que desempeñaba la persona fallecida en la relación.
Entre los principales sentimientos que surgen Santana cita tristeza profunda, dolor y pensamientos constantes acerca de la pérdida del ser querido; deseo o añoranza intensos y persistentes; resentimiento o enojo e incapacidad para disfrutar la vida o para recordar las experiencias positivas vividas junto a la pareja.
Si bien cada persona tiene su ritmo y necesita su tiempo para asimilar el fallecimiento de su compañero sentimental y todo lo que implica su ausencia, hay que tener presente que el dolor puede pasar de ser normal a convertirse en un duelo complicado o patológico.
“En los procesos de duelo por muerte de la pareja, se estima habitual que se alarguen hasta dos años sin que se considere duelo patológico por ello, ya que es necesario pasar por todas las fechas especiales (cumpleaños, aniversarios) y por los momentos que recordarán a esa persona (vacaciones, festividades)”, manifiesta.
Durante los primeros meses después de una pérdida, muchos signos del duelo normal son los mismos que los del duelo complicado. Sin embargo, mientras que los síntomas del duelo normal comienzan a desaparecer gradualmente, los del duelo complicado persisten o empeoran, pues la persona se sumerge en un estado de aflicción constante e intensificado que no le permite recuperarse.
Santana explica que también se puede inferir un duelo complicado si persisten en el tiempo problemas para llevar a cabo las actividades cotidianas; aislamiento de los demás y rechazo de las actividades sociales; depresión, tristeza profunda, sentimientos de culpa o autorreproches; creencias de que hizo algo mal o que pudo haber evitado la muerte; sentimientos que no vale la pena vivir sin la pareja y deseos de haber muerto junto con ella.
Cómo afrontarlo
El proceso de duelo supone para el doliente ir reelaborando día a día su nueva cotidianidad. Es un proceso de dentro hacia fuera y de fuera hacia dentro: cómo es ahora el mundo para el doliente y cómo se ve ahora en el mundo con la certeza de la ausencia.
Las ‘tareas’ que la persona que ha perdido a su pareja necesita resolver para afrontar su duelo, según William Worden, uno de los expertos más conocidos en el ámbito mundial en los procesos de duelo y pérdida, son las siguientes:
Aceptar la realidad de la pérdida. Por muy esperada que sea, toda muerte conlleva una sensación de irrealidad. Esta tarea consiste en asimilar completamente lo que implica la muerte, tanto a nivel racional (sé que la persona ha muerto y no va a volver) como emocional (sé que ha muerto y lo acepto). Tiene que ver con darse cuenta de que la persona está muerta y no va a volver, con aceptar que eso es así. La aceptación consiste en asumir que la realidad es la que es. No quiere decir que nos guste o que estemos de acuerdo.
Elaborar las emociones y el dolor de la pérdida. La persona que ha sufrido una pérdida necesita identificar sus sentimientos y expresarlos. A menudo estamos poco dispuestos a abrazar el dolor y ese puede ser uno de los motivos de que el doliente no lleve a cabo esta tarea: darle la espalda o evitar el dolor.
Otras formas de bloqueo o estancamiento de esta fase serían evitar mirar fotos o hablar del fallecido, dejar de acudir a lugares relacionados con la persona que hemos perdido, refugiarse en adicciones o llenar nuestro tiempo de actividades sin dejar espacio para la reflexión o para estar con uno mismo.
Adaptarse a un mundo en el que el fallecido ya no está presente. Esto implica adaptarse a muchos niveles: adaptarse a la ausencia de los roles que desempeñaba el fallecido; adaptarse al significado de quién soy yo ahora sin esa persona, adaptarse también a una nueva forma de entender el mundo, ya que nuestras creencias y valores seguramente se verán modificados tras la pérdida.
Un indicio de que esta tarea se ha bloqueado sería que el doliente se aislase del mundo, impidiendo la adaptación; dejar de hacer las cosas con las que se disfruta; o dejar las obligaciones a un lado.
Recolocar emocionalmente al fallecido. Este punto tiene que ver con volver a vivir, encontrando un sitio en nuestro mundo psicológico y emocional para la persona que hemos perdido. No implica olvidar, que es imposible, ni tampoco renegar de su recuerdo. Implica vivir el presente, sin renunciar ni anclarse en el pasado, recuperando la ilusión por el futuro. Implica reelaborar el vínculo con el fallecido ahora que ya no está presente.
Algunas recomendaciones para ir elaborando adecuadamente las tareas del duelo si se está atravesando uno:
- Hablar de las emociones y del ser querido.
- Buscar un grupo de apoyo.
- Hacer ejercicio.
- No comparae el duelo propio con el de otras personas.
- No autodescuidarse.
- Participar en actividades placenteras.
- Tener paciencia consigo mismo.
- Buscar ayuda profesional si se necesitan herramientas para afrontar la situación.
Ayudar a alguien en duelo
En caso que la pérdida de la pareja no haya tocado la puerta propia, sino la de un familiar, un amigo o allegado, es importante saber qué hacer y qué decir para ayudarle en su proceso. En su libro “How to Help a Grieving Friend” (Cómo ayudar a un amigo en duelo), Megan Devine lista algunos consejos:
Entender que el duelo pertenece al doliente. Muchas de las sugerencias y consejos brindados al doliente suponen decirle que “deben hacer esto de manera diferente” o “sentirse de manera diferente”. Sin embargo, hay que entender que el duelo es una experiencia muy personal; un proceso que pertenece enteramente a la persona que lo experimenta. “Tú puedes pensar qué harías las cosas de otra manera si te hubiera sucedido a ti; pero la verdad es que este dolor no es tuyo, así que sigue sus pasos”, dice Santana.
Permanecer presente y expresar la verdad. Es tentador hacer declaraciones sobre el pasado o el futuro cuando la vida presente tiene tanto dolor. Nadie sabe lo que será el futuro, así que no puede saber si luego será mejor. No se deben hacer declaraciones generalizadas sobre la situación en un intento de calmar al doliente. “Tú no puedes saber si el ser querido fallecido terminó su trabajo aquí o si está en un lugar mejor”, apunta. “Quédate con la verdad: esto duele. Te quiero. Estoy aquí”.
No tratar de arreglar lo que no tiene arreglo. La pérdida no puede ser reparada o resuelta. El dolor en sí no puede ser mejorado. No se debe intentar quitar el dolor.
Prepararse para presenciar el dolor insoportable. Hacer esto, mientras se practica el punto anterior, es sumamente difícil. Y es que superar la muerte de un ser querido es una de las experiencias más dolorosas de la vida.
Saber que esto no tiene que ver contigo. Estar con alguien en su dolor no es fácil. Surgirán cosas: estrés, preguntas, ira, miedo, culpa. Los sentimientos de quien trata de dar consuelo seguramente serán heridos. No hay que tomar las cosas personal ni desquitarse con el doliente. “Encuentra a tu propia gente en la que apoyarte en este momento, es importante que tú seas apoyado mientras apoyas al doliente”, enfatiza.
Anticiparse, no preguntar. “Llámame si necesitas algo” es una frase muy común dicha a las personas que atraviesan por la pérdida de un ser querido, pero es importante saber que el doliente no llamará, por lo que está de más. La persona en duelo no tiene la energía, ni la capacidad o el interés de llamar. En lugar de ello, hay que hacer ofertas muy concretas: “Estaré en tu casa a las 4:00 pm el jueves” o “Voy a pasar por tu casa todos los días en la mañana en mi camino al trabajo para llevarte comida”.
Hacer las cosas recurrentes. No se puede vivir el dolor de la otra persona, pero sí aligerar la carga de los requisitos de vida normales del doliente. Hay que pensar en qué tareas o actividades repetitivas se pueden hacer por la persona en duelo, como sacar al perro, llevar comida e ir al supermercado. No hay que tratar de hacer cosas irreversibles como lavar la ropa o limpiar la casa, a menos que primero se consulte con la persona en duelo. “Por ejemplo: esa botella de refresco vacía al lado del sofá puede parecer basura, pero puede haber sido dejado allí por el fallecido el otro día. La ropa sucia puede ser la última cosa que huele como el fallecido”, explica la experta.