La mayoría de los padres cuentan con el amor y la motivación para ofrecer a sus hijos lo mejor de ellos mismos en una educación sana. Sin embargo, algunos padres pueden cometer errores de manera repetitiva y caer en la categoría de “padres tóxicos”. Sin importar si es de manera deliberada o inconsciente, algunos rasgos de nuestra personalidad o tipo de crianza que empleamos con nuestros hijos dejan serias secuelas emocionales y conductuales que pueden afectar gravemente su vida adulta.
¿Qué es un padre tóxico?
Es una violencia, a menudo psicológica e inconsciente, por la cual los padres se relacionan con sus hijos a través de la manipulación, el poder, el control, la rigidez, el maltrato, la exigencia, la demanda, la crítica, etc.
Lejos de favorecer la madurez emocional en sus hijos, estos padres ofrecen el entorno idóneo para construir un futuro adulto inseguro, con baja autoestima, dependiente, sumiso, emocionalmente inestable, agresivo, etc.
Perfiles de los padres tóxicos
Con el fin de ayudar a identificar estas características parentales tan nefastas para el desarrollo de los hijos, he agrupado los rasgos y las secuelas de los diferentes perfiles; sin embargo, es necesario señalar que existen muchos tipos de padres tóxicos por lo que no necesariamente se presentan todos los rasgos de cada perfil, sino que pueden presentarse rasgos de diferentes perfiles.
Padres que maltratan y abusan (gritan, golpean, humillan, abusan sexualmente..) de su pareja, sus hijos y/o demás personas. Esto genera en el niño un sentimiento de miedo y vergüenza tóxicos, de que hay algo malo en su interior, con una necesidad de aprobación externa que les hace muy dependientes de los demás. Pueden desarrollar en su vida adulta relaciones de abuso, donde son abusados o ellos sean los abusadores.
Padres muy críticos, descalificativos y/o exigentes. Suelen ser muy autoritarios. Nada de lo que hace el niño está bien. Las felicitaciones por lo que hace son escasas. Esto genera al niño el sentimiento de no ser suficiente o inadecuado. Suelen ser sumisos y complacientes, y llegan a la vida adulta con una voz crítica interior que puede sabotearles el mejor de los proyectos.
Padres ausentes por abandono físico o emocional. Padres que viven súper ocupados, que trabajan todo el tiempo, y cuando llegan a casa encuentran a los niños dormidos, o no comparten con ellos y creen que compartir es sentarse a ver TV. Padres ausentes, o que estando presentes no tienen la disponibilidad emocional para estar plenamente con su hijo. Esto genera en el niño un sentimiento de rechazo, temor al abandono, miedo a la soledad, personalidad dependiente y dificultad para la cercanía emocional con los demás.
Padres narcisistas. Padres con falta de empatía, sentimiento de ser superior (debido a una autoestima muy baja) y una búsqueda crónica de admiración y validación externa. Sus hijos son una extensión de sí mismos, no los ven como un individuo separado de ellos. Imponen su punto de vista sobre su hijo, sus gustos, sus elecciones, sus deseos, etc. Su ego se alimenta de los logros de sus hijos (metas que ellos no alcanzaron y quieren lograr a través de sus hijos) aunque también pueden competir con ellos.
Este tipo de padres ejercen un excesivo control sobre sus hijos y generan en los niños un sentimiento de no poder satisfacer a sus padres, lastimando gravemente su autoestima, autoconfianza y seguridad. A su vez, estos niños tienen altas probabilidades de convertirse en adultos narcisistas.
Padres con una adicción. Como su entorno familiar es muy inestable, los hijos viven con mucha ansiedad, miedo, inseguridad, culpa, vergüenza, etc. Pueden tomar una responsabilidad parental que no les corresponde, convirtiéndose en cuidadores crónicos con la necesidad de rescatar a los demás.
Desarrollan una necesidad de aprobación externa constante y crecen acostumbrados al conflicto, por lo que muchas veces sus relaciones también son conflictivas y les cuesta disfrutar de un ambiente de paz y bienestar. Pueden presentar trastornos obsesivos compulsivos, de la alimentación, sexual, recurrir a la automedicación, alcohol o drogas ilegales.
Padres con hambre emocional muy grande. Estos padres en su infancia no recibieron la satisfacción de sus propias necesidades afectivas, fueron privados de amor, y llegan a la vida adulta con una gran carencia afectiva interior, llenando su vacío con sus hijos. Estos padres invaden la individualidad de sus hijos, traspasan sus límites, suelen ser muy controladores, sobreprotegen, supervisan continuamente… Las secuelas son niños con baja autoestima, dependientes, ansiosos, pobres en recursos emocionales, inseguros, etc.
Padres que hablan mal del otro progenitor y crean conflicto de lealtad. Hablamos de padres que destruyen la imagen materna frente al hijo y crean una alianza con él en contra del otro progenitor. Esto ocurre a menudo en los divorcios, pero también se da en el matrimonio. Es necesario proteger al niño de los conflictos parentales, pues puede generar falta de confianza en uno de los dos cuidadores, inseguridad, vergüenza, etc.
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Exceso de perfeccionismo.
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Padres deficientes en límites, que ignoran y no intervienen a tiempo.
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Padres que hacen confidentes a sus hijos y guardianes de sus secretos.
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Chantaje afectivo, usar el miedo para conseguir cosas del niño.
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Padres que comparan a su hijo.
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Hacer bromas, burlarse sobre algo que el niño hace o no es capaz de hacer, ridiculizándolo.
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No dejarles expresarse libremente.
Cómo evitar convertirse en un padre tóxico
1. No se puede dar lo que uno tiene. Proceder de unos padres tóxicos, aumenta las probabilidades de repetir lo mismo con nuestros hijos. Si no tomamos conciencia de nuestra propia historia infantil, tenemos altas probabilidades de perpetuarla con nuestros hijos. Es conveniente hacer este proceso acompañado de una persona, especialista, terapeuta, etc.
2. Es necesario que el padre aprenda a tener sus propios recursos emocionales, sus maneras de reaccionar, y así poder darle esas herramientas a su hijo para manejarse en el mundo.
3. Entender que nuestro hijo es otra persona, respetar su individualidad, favorecer su autonomía le permite construir su propia historia emocional.
4. Estar informados del momento de desarrollo en que se encuentra el niño para responder a sus necesidades emocionales.
5. Acudir a terapia, charlas de crecimiento personal, de crianza, leer, informarse…
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Ofrece amor incondicional a tu hijo y házselo sentir: juega con él, dedícale todo tu tiempo, disfruta de su compañía, ríete con él, hagan actividades juntos, etc.
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Ofrécele una estructura segura, con límites y normas claras, en los cuales tu niño pueda construir una personalidad sana y funcionar en la vida social.
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Responde a sus necesidades emocionales (ser amado, valorado, aceptado, guiado y reconocido en su individualidad) y a sus necesidades de supervivencia (comer, beber, ser cuidado y protegido).
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Utiliza una educación no violenta que excluya el castigo físico (jalón de orejas, nalgadas, pellizco…), psicológico y humillaciones de todo tipo.
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Promueve la individualidad de tu hijo. Manten una distancia emocional sana y llévalo a una autonomía progresiva, permitiendo que viva las experiencias de la vida.
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Ofrécele una crianza respetuosa, para que no sea abusivo ni sobreprotector.
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Promueve la comunicación al escucharlo y fomentar su expresión emocional.
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Provéele valores, espiritualidad o vivir para algo más grande que uno mismo: amar a los demás, cuidar a los otros, búsqueda de la verdad, de la belleza y de la bondad.