Han pasado los siglos y ellas siguen ahí. Algunas de las enfermedades que ya existían en tiempos de Jesucristo, e incluso antes, continúan deteriorando nuestra salud a día de hoy. Una de esas dolencias mencionadas en los textos sagrados es la lepra.
La lepra
En la Biblia hay varias alusiones a esta enfermedad. La siguiente está extraída del evangelio de Mateo: “En aquel tiempo al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente. En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: ‘Señor, si quieres, puedes limpiarme’. Extendió la mano y lo tocó diciendo: ‘Quiero, queda limpio’. Y en seguida quedó limpio de lepra”.
En la actualidad, la lepra es una enfermedad muy relacionada con la pobreza, pues las condiciones inherentes a la penuria como la mala alimentación, el hacinamiento y la falta de higiene favorecen su expansión. Se trata de una enfermedad crónica producida por el Mycobacterium leprae. Esta bacteria fue descubierta por el científico noruego G. A. Hansen, por lo que la lepra también se conoce como enfermedad de Hansen.
Según indica la Organización Mundial de la Salud (OMS), en algunos casos los síntomas aparecen 9 meses después de haber adquirido la infección, pero en otros pueden tardar hasta 20 años. No obstante, el periodo promedio de inicio de los síntomas es de unos cinco años.
“En general, lo primero que se va a manifestar son unas manchas en la piel, que suelen ser más claras que el resto del cuerpo y que no tienen una buena sensibilidad. Es decir, no sienten el calor ni el frío”, detalla José Ramón Gómez Echevarría, director médico de lepra de Fontilles, una asociación que brinda ayuda a los enfermos de lepra en varios países.
Sin embargo, el especialista destaca que el principal problema de la lepra no es la piel, pues la bacteria que causa la enfermedad también afecta a los nervios. “El daño de los nervios provoca alteraciones de la sensibilidad y de la movilidad. Esto ocurre, fundamentalmente, en las partes más separadas del cuerpo como las manos, los pies y la cara”, señala el doctor Gómez Echevarría.
Por fortuna, en la actualidad la lepra se puede curar. Existe un tratamiento farmacológico capaz de eliminar la bacteria y, por lo tanto, frenar el contagio. El diagnóstico precoz es de vital importancia pues, si el tratamiento se instaura en las primeras fases de la enfermedad, se puede evitar la discapacidad.
La sarna
“El Señor te herirá con forúnculos de Egipto, con tumores, sarna y tiña, de los que no podrás curarte”, dijo Moisés a los israelitas en un discurso en el que enumera las bendiciones y las maldiciones de Dios, según se recoge en el Deuteronomio, uno de los libros que componen el Antiguo Testamento.
La sarna, que lleva afligiendo a los seres humanos desde la antigüedad, sigue estando muy presente en nuestros días. La OMS calcula que unos 200 millones de personas en el mundo sufren esta patología. Se trata de una infestación parasitaria causada por un ácaro que se mete en la piel y deposita allí sus huevos. Esto desencadena una respuesta inmunitaria que produce picor intenso y erupciones en la piel. Los especialistas de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV) indican que los síntomas “normalmente comienzan en los pliegues y grietas del cuerpo, especialmente entre los dedos, en los codos, las muñecas, las nalgas, la línea del cinturón, alrededor de los pezones en las mujeres y en el pene en los hombres. Los ácaros también tienden a esconderse en la piel debajo de los anillos, brazaletes o pulseras de reloj”.
“La infestación por sarna puede complicarse con una infección bacteriana, lo que da lugar a la aparición de llagas en la piel que, a su vez, pueden ocasionar consecuencias más graves, como septicemia, cardiopatías e insuficiencia renal crónica”, subraya la OMS.
Los dermatólogos de la AEDV aclaran que el ácaro de la sarna puede infestar tanto al rico como al pobre y tanto al anciano como al joven. No obstante, la enfermedad es mucho más común en grupos que viven hacinados, pues se transmite por contacto con personas afectadas.
La sarna puede tratarse de manera eficaz con medicamentos tópicos. El tratamiento consiste en aplicar el producto por toda la superficie de la piel, desde los pies hasta la cabeza, antes de irse a dormir, dejarlo actuar durante la noche y lavarse por la mañana para eliminarlo.
La tuberculosis
En el mismo discurso en el que Moisés hablaba de la sarna, también citaba la tuberculosis: “Yavé te castigará con tuberculosis, fiebre, inflamación, quemaduras, tizón y roya del trigo, que te perseguirán hasta que mueras”.
La tuberculosis es una enfermedad infecciosa causada por una bacteria y que afecta, sobre todo, a los pulmones. Se transmite por vía aérea a través de las gotas que las personas enfermas emiten al toser o estornudar y que pueden inhalar quienes están en contacto con ellas.
“Cuando se produce el contagio, el sistema inmunitario se defiende. En la mayoría de los casos resulta eficaz y las bacterias son eliminadas o quedan en el organismo, pero bajo control. Éstas son personas con infección tuberculosa latente, pero no enfermas. Sólo el 10% de las personas infectadas enferman a lo largo de la vida”, subraya la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR).
“Las personas con sistemas inmunes inmaduros o alterados como niños, fumadores, diabéticos, quienes reciben tratamientos inmunosupresores y, sobre todo, los infectados de VIH tienen más riesgo de desarrollar la enfermedad si se infectan”, añade esta entidad.
La tuberculosis produce tos, fiebre, sudores nocturnos, pérdida de peso, etc. “Una persona con tuberculosis activa puede infectar a lo largo de un año a entre 5 y 15 personas por contacto estrecho. Sin un tratamiento adecuado, morirán de media el 45% de las personas VIH-negativas y la práctica totalidad de las personas VIH-positivas con tuberculosis”, manifiesta la OMS.
La buena noticia es que la tuberculosis se puede curar con antibióticos. El tratamiento consiste en una combinación de cuatro medicamentos que se le administran al paciente durante 6 meses. No obstante, los medicamentos antituberculosos se utilizan desde hace bastantes años y han surgido cepas de bacterias resistentes a algunos de ellos. Cuando los denominados fármacos de primera línea ya no funcionan, hay que recurrir a los de segunda línea que se deben utilizar durante más tiempo y tienen mayores efectos secundarios.
La ceguera
“Al retirarse Jesús de allí, lo siguieron dos ciegos que gritaban: ‘¡Hijo de David, ten compasión de nosotros!’. Cuando Jesús estuvo en casa, los ciegos se le acercaron y Jesús les preguntó: ‘¿Creen que puedo hacer esto?’ Contestaron: ‘Sí, Señor’. Entonces Jesús les tocó los ojos diciendo: ‘Hágase así, tal como han creído’. Y sus ojos vieron”. Este fragmento del evangelio de Mateo es una de las múltiples referencias a la ceguera que podemos encontrar en el Nuevo Testamento.
Tanto en la antigüedad como en nuestro tiempo, la ceguera es altamente incapacitante ya que la mayor parte de la información que necesitamos en el día a día la obtenemos mediante la vista. La Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE) explica que, en la actualidad, las causas más habituales de ceguera son: la diabetes, el glaucoma, la degeneración macular y las cataratas.
Para prevenir la ceguera, esta entidad recomienda acudir al oftalmólogo para someterse a una revisión al menos una vez cada dos años y anualmente en caso de ser diabético, hipertenso o tener alguna enfermedad cardiovascular. Sobre la degeneración macular asociada a la edad indica que, aunque no tiene tratamiento efectivo, las personas que la padecen pueden beneficiarse de los programas en los que se enseña a utilizar el resto visual.
En cuanto a las cataratas, una de las patologías oftalmológicas más frecuentes en las personas mayores, señala que no es necesario esperar a no ver apenas nada, pues se pueden operar precozmente con muy buenos resultados.
En definitiva, desde la ONCE animan a cuidar la salud visual. “Los ojos son muy vulnerables. Mira por tus ojos”, subrayan.
por Purificación León.